Offcanvas Section

You can publish whatever you want in the Offcanvas Section. It can be any module or particle.

By default, the available module positions are offcanvas-a and offcanvas-b but you can add as many module positions as you want from the Layout Manager.

You can also add the hidden-phone module class suffix to your modules so they do not appear in the Offcanvas Section when the site is loaded on a mobile device.

0012 345 6789
office@insightfx.com
64184 Graham Place

Categoría

Fuente: www.pichilemunews.cl – 29.06.2024
- Hoy se conmemora el Día de San Pedro y San Pablo, patronos de los “hombres de mar”. Una actividad que, desde siempre, es una de las más sacrificadas y riesgosas por el peligro latente, sobre todo cuando deben alejarse en sus embarcaciones a alta mar o mar adentro ….

Todo ello, pese a que nuestro Océano Pacífico nos demuestra, a través de la historia, que es todo lo contrario. Al menos eso es lo que nos dice una bitácora plagada de hechos donde el mar a cobrado víctimas, dejando muchas veces a hogares destruidos por la pena, el dolor, de perder a un ser querido.
Y, si bien esos casos que estamos recordando genéricamente han ocurrido en cualquier época del año, hoy los sacamos a colación a raíz de los temporales que tan asiduamente están afectando con rigor en las diferentes regiones de nuestro país.
Nos remitiremos a hechos, sucesos que han sido protagonizado por embarcaciones de gran tonelaje, como mediano y menores, tanto por “hombres de mar” de nuestra comuna, como otros que navegaban a la cuadra, o el mal tiempo provocó el naufragio frente a nuestras costas de la actual provincia de Cardenal Caro, de poco más de 100 kilómetros, en la Región del Libertador General Bernardo O’Higgins.
Para ello, recurrimos a la Bitácora que -en los años ’70- nos facilitó el alcalde de Mar de entonces, el “hombre de mar” e instructor de pesca Alejandro Mella Galaz.
Es así, como nos dice que -el día – ocurrió …..

“Ese mar que tranquilo te baña, te promete futuro esplendor …”, dice en parte nuestro himno patrio. Bellas frases que, sin embargo, en la realidad, nuestro mar “echa por tierra”, puesto que de tranquilo y pacífico tiene solo el nombre.
Las innumerables tragedias que en él se han producido y las que directamente ha causado con centenares de terremotos -con epicentro en él- y los maremotos, llamados también “tsunamis”, se encargan de demostrar que de tranquilo y pacífico tiene muy poco, por no decir nada.
Unos cuantos ejemplos, en el mar pichilemino, que recuerdan situaciones donde el dramatismo y la desgracia ha estado presente, sirven como aseveración de lo anteriormente expuesto.

Naufragios
Al tener acceso a antecedentes de la Alcaldía de Mar, hace algún tiempo ya, conocí en detalle de varios casos en que el mar del litoral pichilemino ha jugado varias “malas pasadas” a pescadores, marinos, ya en botes, goletas pesqueras y hasta barcos de gran tonelaje; en las cuales han protagonizado naufragios con secuela de muertos y desaparecidos.
Es así, como el 28 de enero de 1958, el bote pesquero “Tahiti Nui”, matrícula N°30 de Pichilemu, naufragó con 5 tripulantes, salvándose 3 de ellos mientras que dos perecieron ahogados. Sus nombres Juan Ullrich Salgado, Emilio Calderón Córdova, Evaristo Vásquez Sanhueza, Ernesto Vásquez Sanhueza (ahogado) y Jorge Gutierréz Jeria (ahogado). En la ocasión, el bote “Esperanza” zarpó en su auxilio, logrando rescatar a dos pescadores que permanecían asidos al bote volcado, en tanto otro logró nadar y alcanzar la orilla; mientras que otros dos murieron en el intento.
Los tripulantes del bote salvador, eran José Castañón Flores, Rafael Carreño Vargas y Mario Correa Arraño. Este último -el más joven- a la fecha aún puede contar su historia a su familia.

El sábado 14 de febrero de 1959 es un avión el protagonista de una tragedia. En efecto, a las 17.55 horas de ese día, un avión Piper 370, matrícula CC-SKG perteneciente al Club Aéreo de Santiago, con base en el aeródromo de Tobalaba, minutos después de despegar desde el aeródromo de Pichilemu, con destino a la capital, cayó al mar (ver detalles de este episodio).
El avión era tripulado por el piloto civil Víctor Furnaro y llevaba como pasajero a Italo Magnolfi Vignolini, miembro de la sociedad Magnolfi-Bianchi, propietarios a la sazón del Gran Hotel Ross del balneario pichilemino.
Como no fue posible el rescate de inmediato; días después la familia tanto del piloto como del pasajero, contrataron los servicios de un barco pesquero -el “Ocean Gift”, de San Antonio- y de buzos profesionales para que rescataran a las víctimas.
Recién el día 21 de febrero, un día después de llegar el barco al sector del accidente, el buzo Raúl Villagrán Muñoz encontró al avión y el cadáver del piloto, quien permanecía en su asiento con el cinturón de seguridad; no así al pasajero, cuyo asiento posterior estaba vacío y con el cinturón sin abrochar.
El motor del aparato se encontraba separado del fuselaje y enterrado en el fondo a 30 metros de profundidad.
Tanto el cadáver del piloto, como los restos del avión fueron subidos a bordo del barco pesquero y llevados en él al puerto de San Antonio, luego de rastrearse sin resultado al pasajero. El hecho de que el cuerpo del pasajero -presunta víctima- no se encontró en el lugar, y que su asiento estaba vacío y el correspondiente cinturón de seguridad abierto; dieron origen a una serie de especulaciones.
Entre ellas que el pasajero llevaba consigo una fuerte suma de dinero -producto de las entradas del hotel, en el fin de semana- para ser depositada en un banco santiaguino. Y otra que dice que, al parecer, el pasajero fue un fantasma que nunca subió al avión, como estaba previsto …

Golpes de mar
El 19 de enero de 19601, la chata a motor -cuyo nombre no estaba consignado en la Bitácora- naufragó con cuatro tripulantes al volcarse la embarcación producto de los “golpes de mar”.
El hecho ocurrió a las 7 AM mientras los pescadores Mario Correa Arraño, Eduardo González Vargas, Emilio Calderón Córdova y Francisco Vásquez Sanhueza; ahogándose este último, cuando realizaban labores de pesca.
Según el relato de los sobrevivientes -consignados en el parte de la Alcaldía de Mar- el accidente se debió a tres golpes de mar, por el lado de la proa, levantando totalmente la embarcación del agua. Seguidamente vino otro golpe de mar que arrojó por la borda a sus tripulantes.
Francisco Vásquez -detalla el parte- recibió un golpe en los pulmones y no podía moverse, razón por la cual su compañero Mario Correa lo ayudó a aferrarse a la borda del bote, mientras él trataba de “atrizar” el bote. Sin embargo, vino otro golpe que hizo soltarse a Francisco Vásquez, perdiéndose en las aguas.
En el segundo golpe, González y Calderón habían nadado hasta la playa, salvándose. En tanto que Correa al perder de vista a su compañero, nadó también a la playa, alcanzándola. Posteriormente, el cuerpo de Francisco Vásquez fue avistado entre aguas, siendo rescatado por su hermano Evaristo, quien le practicó respiración artificial y masajes, sin éxito.

Décadas del ’50, ’60 y ‘70
El hoy mundialmente conocido lugar -Punta de Lobos- con una ola izquierda famosa por su longitud, potencia y altura, en sus mejores días, ha sido varias veces escenario de naufragios y varazones.
Aquí, parte de esas historias:

El 19 de febrero 1955, es un pesquero japonés -contratado por una empresa del Puerto de San Antonio- el que estando con sus bodegas llenas y con rumbo a su base -a causas del oleaje, empieza “a hacer agua”- su capitán tomó la decisión de cambiar rumbo oriente en medio de la noche, encallando metros al sur de las rocas de Punta de Lobos.
La maniobra permitió a su tripulación incluido el capitán, abandonar la embarcación de 100 toneladas. Sus trece tripulantes japoneses se salvaron, tras alcanzar los roquerios y guarecerse en la orilla de los acantilados a la espera de que amaneciera.
Lo más increíble, es que su tripulación estaba integrada solo por ciudadanos japoneses, en total trece (13), el mismo número del Barco: Tokay Maru N°13. Su capitán era Tetzuzo Endo, quien había sufrido los efectos de la bomba atómica lanzada en Nagazaki. Las edades de la tripulación fluctuaban entre 20 y 28 años. Aparte del capitán Endo, seguía el primer piloto Tomoyoshi Kubota, el contramaestre Yoshimi Yamada, el radio operador Mamoru Umitsuki, el primer maquinista Hirona Mitsuda, y 8 marineros más.

El 2 de noviembre de 1959 una lancha maulina, matrícula N°29 de Constitución, naufragó con 5 tripulantes en la playa principal de Pichilemu -San Antonio- frente a la Avenida Ortúzar. Sus tripulantes permanecieron asidos a la embarcación en espera de su rescate; el cual llegó a través de un helicóptero de la Fuerza Aérea, que dada la alerta y solicitud de auxilio llegó antes de una hora.

En los primeros meses del año 1962, es un barco pesquero -de la Empresa Harling, del Puerto de San Antonio- el que varó a pocos metros al norte de las rocas de Punta de Lobos. Toda su tripulación resultó ilesa. Sin embargo, el barco de gran tonelaje a causa de sus averías debió repararse en el lugar y después de intensos trabajos -por varios meses- fue zafado desde la orilla mediante el remolque de un barco gemelo. Fue necesaria la ayuda de un helicóptero para levantar los gruesos y largos cables desde uno a otro de los barcos, para su remolque.
Largas horas demoró esa faena, la que fue presenciada por cientos de pichileminos que llegaron en cabritas, a caballo, caminando por la playa y los menos en unos pocos vehículos a través del antiguo camino interior por La Lomilla y que aproximaba a unos dos kilómetros de Punta de Lobos.
Cabe recordar, que el camino a Cáhuil y Punta de Lobos se construyó -por la costa- casi diez años después.

1976
En jueves 18 de marzo de 1976, a las 5.30 AM, debido a la neblina reinante, varó otro pesquero de San Antonio, de nombre “Tronador 2.000”, con 9 tripulantes, todos los cuales se salvaron a nado. Sin embargo, el pesquero -de 134,8 toneladas, de la empresa Sopesa- no pudo ser rescatado. Su estructura y mástil, hasta hace unos años, se veía casi al borde mismo de la playa “La Pancora”, ubicada metros al sur de Punta de Lobos, hasta perderse totalmente en las arenas de esa playa.
Los 9 tripulantes -según lo que publicamos en el diario “La Tercera”- eran: Enrique Merino V, capitán; Clemente Andrade, piloto; Julio Muñoz H., motorista; Juan Moraga, cocinero; Francisco Silva, 1er. Pescador; José Acevedo, Armando Araya, Jorge Bravo y Eduardo González, marinos.

1980
En abril de 1980 toda la zona central del país fue azotado por un temporal de viento y lluvia que dejó numerosas víctimas y damnificados.
Se produjeron varios naufragios con un sinnúmero de víctimas y desaparecidos.
En nuestra costa hubo dos naufragios: en el sector de La Virgen, fue botado el bote “Calipso”, el que se destrozó en medio de los roquerios. Dos de sus tripulantes resultaron desaparecidos y solo uno -Erasmo Muñoz Flores, de 18 años- se salvó amarrándose a un tambor bencinero y botado a la playa. Y, la goleta pesquera “Gata Blanca”, matrícula SA-100, la que varó metros al norte de La Terraza y semanas después botada a la playa por el oleaje.
Sus cuatro tripulantes llegaron ilesos a la playa asidos a tambores: Ellos eran el patrón Patricio Ampuero Jiménez (22), Mario Muñoz Alvear (25), José Rojas Cáceres (28) y Patricio Jara Zambrano (24).
Ambas embarcaciones pertenecían al Puerto de San Antonio.
Tras permanecer varios meses, la goleta “Gata Blanca” -donde está hoy el “Pepe Cuervo”- fue subida a un camión “zorra” para repararla en el Puerto, cuando bajaban hacia Los Valles se produjo un accidente donde perdió la vida una persona.
Posteriormente, otra goleta varó frente a la Avenida Ortúzar y permaneció varios meses antes que fuera transportada por tierra a su puerto de origen para sus reparaciones. No fueron reportadas víctimas, número de tripulantes, ni procedencia.

Años ‘90
El 16 de octubre de 1999 el bote “San Sebastián”, de Pichilemu naufraga con tres tripulantes: René Hernán Mella Levicán, Osvaldo Hernán Escobar Gaete y Crescente Hernán Bozo López.
El bote de fibra de vidrio, de 7 metros de eslora, naufragó a la cuadra de Punta de Lobos cuando se dirigía cargado a Pichilemu, pero un “surazo” provocó que una ola lo llenara de agua y se hundió por la popa.
Tanto René Mella Levicán y Crescente Bozo López fueron encontrados amarrados a tambores; mientras que Osvaldo Escobar Gaete fue encontrado en las mismas condiciones días después.
Del bote no se supo nunca más, hasta 12 años después -el 18 de noviembre de 2011- fue hallado entre aguas por pescadores de la Caleta de Bucalemu, quienes dieron aviso para constatar que, efectivamente se trataba del bote “San Sebastián”, el que se encontraba con averías, pero que -según los pescadores- podía repararse.

Año 2000
El jueves 2 de diciembre de 2009, alrededor del mediodía, el bote “Franja”, matrícula EMU-188 de Pichilemu se volcó cuando navegaban frente al sector de Tanumé al norte de la comuna y se dirigían a pescar con tres tripulantes.
Dos de ellos -Roberto Cepeda Arenas y Alex Polanco Díaz- pudieron nadar hasta la orilla; en tanto el tercer tripulante -Rubén González Vargas (26)- desapareció en las aguas. Las labores de rescate se realizaron vía aérea -helicóptero de un dirigente del Club Aéreo de Pichilemu- por mar, con un bote zodiac de la Armada, una moto de agua y botes artesanales de compañeros de faenas. Y solo tres días después se logró encontrar el cuerpo del infortunado, tras un intenso rastreo por la orilla de la costa, un poco más al norte de Tanumé, lugar del naufragio.

(Otros casos de pescadores pichileminos continuarán en una próxima entrega). (Continuará en una próxima entrega).

Estas tragedias en el mar, frente a la costa pichilemina, no siempre han sido protagonizadas por “hombres de mar” de nuestra comuna. Es lo que han señalado sobrevivientes de algunos de esos casos, pero que al pedir precisión de fechas las han olvidado o no han querido revivir esos dramáticos y, por qué no decir, traumáticos momentos en sus vidas. Es, por ejemplo, el caso de los hermanos Vásquez Sanhueza -ya consignados reseñados- quienes según don Evaristo, provenían de la zona de Arauco, cuando a la cuadra de Pichilemu naufragaron y se quedaron para siempre en Pichilemu.
Y, por otra parte, su caso no los encontramos en la bitácora que aludimos y que tuvimos en nuestras manos.

El 31 de marzo de 2024 se produjo el rescate de dos pescadores de la Isla Santa María, quienes, tras estar casi una semana al garete con su lancha “Alexia Esperanza”. Habían zarpado el domingo 24 a una jornada de pesca y estando alejados de la costa falló el motor y quedaron a merced de las corrientes marinas que los llevaron a la cuadra del sector de Punta de Lobos, a unas 12 millas de la costa, donde fueron avistados por los tripulantes de la lancha a motor “Soledad”, de Bucalemu, quienes los rescataron y llevaron a Rodrigo Cruz García (50) y Diego Cruz Guzman (23), padre e hijo, respectivamente, sanos y salvo a la playa pichilemina.

Fotografías: WSG/Archivos “pichilemunews”/Internet
Colaboración especial: Radio “Entre Olas” FM.

Fuente: www.pichilemunews.cl – 26.06.2024
- En los años 50, la fecha conocida hoy como el “Dia de los Enamorados” donde cada 14 de febrero se celebra a San Valentín, ese día tenía solo connotación para quienes llevaban el nombre Valentín y su entorno familiar.
- Hoy, para al menos dos familias ese día no resulta para nada agradable, ni de enamorados, ni romántico, pues producto de un accidente aéreo que tuvo lugar en el mar, al caer a metros de la costa el avión que había despegado minutos antes desde el aeródromo de Pichilemu con destino a Santiago, sus vidas quedaron tronchadas, rotas, con esa tragedia.
- El año 2016, increíblemente, apareció un testigo de ese accidente: Hernán Araneda Cañas, quien nos proporcionó inéditos detalles de esa tragedia.

Eran las 17.55 horas del sábado 14 de febrero de 1959 en el Aeródromo local, cuando tras el chequeo de rigor de la aeronave, el piloto -Víctor Furnaro- y el pasajero – Italo Magnolfi Vignolini- despegaron con rumbo hacia Santiago, donde ambos esperaban llegar en aproximadamente en una hora y minutos de vuelo.
El avión era un Piper, matrícula CC-SKG perteneciente al Club Aéreo de Santiago, CAS, con asiento en el Aeródromo de Tobalaba.
Sin embargo, un vuelo rutinario que no consideraba ninguna complicación -por las condiciones de tiempo reinantes- tuvo un final abrupto a los pocos minutos de despegar desde la pista pichilemina.
Para los pocos residentes y veraneantes del sector Infiernillo -donde está emplazado el aeródromo local, desde los años 30- el ruido que imprimió el motor, al ser acelerado para llegar a las revoluciones para emprender carrera y despegar fueron las que establecía el manual del fabricante. Sin embargo, ya en vuelo ocurrió algo inesperado y por decisión del piloto se fue a pocos metros de la superficie del mar y a unos cien metros paralelo a la costa.
Ese es el relato que hizo años después, quien en esos minutos se encontraba pescando en los roquerios, quien recordó: “Yo estaba pescando cuando sentí que por el sur se aproximaba un avión y a poca altura, cuando de pronto se precipitó al mar, a metros de los roqueríos que se encuentran más afuera (las denominadas Piedra del Lalo, años después)”.

¿Y ante ese accidente qué hizo usted?
“Yo miré para todos lados y no vi a nadie visible, así que lo único que atiné fue tomar mis cosas y correr hacia la Tenencia de Carabineros para avisar y ver qué se podía hacer ...”, nos señaló Hernán Araneda Cañas, cuando llegó al aeródromo en el verano de 2016, para identificarse como testigo del accidente ocurrido en 1959.
A la sazón dirigente del Club Aéreo y en plena actividad de Vuelos Populares, hicimos un breve alto para que nos contara más detalles del accidente, al tiempo que encontrábamos increíble -después de estar escribiendo y recordando sobre ese accidente al menos del año 1986- sin saber de la existencia del importante testimonio.

¿Y cuál fue la reacción del personal de Carabineros cuando usted llegó a dar aviso sobre el accidente?
“Como usted comprenderá, tras correr varias cuadras -no menos de 20- llegué cansado y agitado. Como pude le expliqué al carabinero de guardia lo que había presenciado, pero no me creyó. Incluso me dijo si había bebido o algo por el estilo. Y cómo vi que no hubo una reacción de comunicar siquiera a un superior ni menos intento de hacer algo efectivo, me dirigí a la Estación de Ferrocarriles ...”.

¿Y por qué razón allá?
“Como estimaba que había que hacer algo de inmediato, aunque era difícil pensar que estuvieran vivos los ocupantes del avión, pensé en ir a hablar con el jefe de Estación. Yo era conocido de él porque mi padre también era jefe de Estación. Entonces mi idea era que mi padre -que conocía a un superior de Carabineros de Santa Cruz- se enterara del suceso y, de alguna forma, se comunicara con sus subordinados de Pichilemu, para que se informaran otras autoridades de Pichilemu e hicieran una investigación al tiempo de averiguar quiénes iban en el avión y avisar a sus familiares”.

¿Y logró que se hiciera algo?
“Bueno, el jefe de Estación de Pichilemu, Héctor Verdugo Meza, me puso en contacto con mi padre, a través del Selector (equipo usado en Ferrocarriles para comunicaciones) y tras darle a conocer del accidente, efectivamente se comunicó con superiores de Carabineros y, éstos a su vez tomaron contacto con personal de la Tenencia de Pichilemu”.
Y prosigue: “Yo luego de conversar con mi padre y que se contactaría inmediatamente con Carabineros me dejó tranquilo y con la satisfacción de haber hecho todo los posible por colaborar ...”.

Rescate
Lo cierto es, que informadas las autoridades locales, como la Alcaldía de Mar, que desempeñaba ad honorem don Teobaldo Liberona Ramírez -a la sazón Jefe de la Oficina de la DOS- era que poco o nada se pudo hacer. Aunque se rastreó la costa para ver si los ocupantes hubieran reaccionado y lanzado al mar ante la inminente caída, pero sin resultados positivos.
Paralelamente, los familiares realizaron gestiones con una empresa pesquera y buzos profesionales, del Puerto de San Antonio, para que pudieran rastrear el fondo marino y proceder al rescate de las víctimas y del aparato.
Fue así, como el día 21 de febrero apareció el pesquero “Ocean Gift”, entre su tripulación con dos buzos profesionales con sus equipos, entre trajes, escafandra y mangueras para que se les proporcionara oxígeno.
Los pescadores y buzos pichileminos -estos últimos a resuello- quisieron colaborar, pero por seguridad, la autoridad marítima no los dejó, pero igual estuvieron dispuestos a informar a sus “colegas” que no conocían el lugar, a decirles cómo era el comportamiento del mar en el sector donde éste azota fuerte y para alguien que no conoce puede ser peligroso. Es por esta razón que, en documentos fotográficos -que tenemos- varios pichileminos aparecen sobre la cubierta del barco pesquero.
Es así, como junto al alcalde de Mar, Teobaldo Liberona, está -a su derecha- Rafael “Cachete” Carreño Vargas, José “Castañón” Flores (oriundo de Constitución, pero tras naufragar en Pichilemu, se quedó para siempre). A su izquierda, aparece -en traje de baño- el joven Mario “Guatón” Correa Arraño. Y el dueño de la embarcación, de lentes y corbata. Atrás, aparece el buzo Raúl Villagrán y el pichilemino Luis “Lucho Pato” Muñoz.

Encuentran piloto
La búsqueda dio resultados, pero no los esperados. El buzo Villagrán tras varias inmersiones encontró el cuerpo del piloto con su cinturón de seguridad abrochado; en tanto el asiento donde estaba el pasajero, aparecía vacío y el cinturón de seguridad abierto.
El motor de la aeronave se encontraba distante del fuselaje a unos 30 metros de profundidad. Tanto el cuerpo del piloto como los restos del avión fueron izados al barco pesquero.
Todos estos antecedentes fueron recabados desde la Bitácora de la Alcaldía de Mar, en los años '80 y facilitados por el alcalde de Mar de entonces, Alejandro Mella Galaz; todo lo cual publicamos en un extenso reportaje que publicamos en las páginas del Periódico “Pichilemu”, con motivo de su reedición en Enero de 1986.
En atención a que, respecto del pasajero la mencionada bitácora solo consignaba que el cuerpo del otro tripulante fue rastreado por varios días sin éxito; en un intento de dilucidar este misterio, quisimos conocer qué resultados arrojó la investigación del Fiscal de Aviación designado para investigar las causas del accidente.
Por diversos medios intentamos indagar, tanto en la D.G.A.C., a través del Museo de Aeronáutica y Espacio, entidad que lleva el registro de los accidentes y carpetas con los antecedentes de la investigación del accidente; pero no logramos que se nos diera una respuesta satisfactoria de la instancia correspondiente.
El último intento fue hace menos de dos años, al tomar contacto con un investigador de temas aéreos quien, tras su gestión, nos señaló que la respuesta que obtuvo fue que la carpeta de ese accidente estaba inubicable.
Quedamos con la sensación de que, en torno a este caso, como de otros ocurridos, los rodea un halo de misterio, que lleva a muchas preguntas y especulaciones.

Fotografías: Archivos "pichilemunews"/WSG


Nota de la Redacción: Este artículo es un nuevo avance en el proyecto Historia Virtual de Pichilemu a través de www.museopichilemuenlinea.cl y quedará en categoría Desastres, siendo parte de los centenares de temas que serán incorporados, paulatinamente a las 20 categorías del website.

Fuente: www.pichilemunews.cl – 26.06.2024
- Hecho inédito en la historia comunal, ocurrido en la noche del 21 de mayo de 1975, hizo mirar al cielo a medio Pichilemu, escrutando las negras nubes que presagiaban una nueva noche de vientos y lluvias.
- Paralelamente, los pasajeros de un avión que había despegado de Isla de Juan Fernández con destino al aeródromo de Los Cerrillos, en Santiago, vivía angustiosos momentos tras haberse apartado de su ruta y no sabía dónde estaba, literalmente, si sobre el mar o sobre el continente. Con problemas de batería y sin iluminación a excepción del tablero de instrumentos afuera los negros nubarrones impedían visualizar algún indicio de que estaba próximos a algún pueblo o ciudad, hasta …..
- Tras una larga investigación de “pichilemunews”, logramos contactar a uno de los pasajeros que “se salvó junto a sus compañeros, el piloto y mecánico” y accedió a revivir esa traumática experiencia que, según confiesa, la revive mentalmente cada vez que conoce alguna tragedia aérea, sea donde sea que se produzca.
- Él es, el arquitecto Gustavo Cardemil Dávila, quien nos relató en exclusiva el contexto del viaje y los detalles que a poco de despegar vivió segundo a segundo, hasta que los más negros presagios se disiparon, en lo que podría catalogarse como un verdadero milagro.

Acá su relato:

La Estadía
Llevábamos cerca de un mes en la isla, cuatro funcionarios de CORHABIT Valparaíso, hoy SERVIU. El Sr. Tulio Garcés (QEPD), Carlos Concha, Carlos Wobbe y Gustavo Cardemil, alumnos de la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile, Valparaíso, destinados a la Oficina de Cooperativas y encargados de coordinar el desarrollo del proyecto habitacional para la Cooperativa de Pescadores de Juan Fernández.

La Partida
Después de un viaje en bote de más de una hora, llegamos a la pista donde nos esperaba el Piper Cheroke, matrícula CEY con su piloto Eduardo López, un mecánico, más nosotros cuatro pasajeros uno de los cuales había sido cadete de la FACH, quien apenas supo que no había suficiente espacio señaló que no se subía por cuanto era mala suerte tomar el lugar de otro y se iba en otro avión.
El piloto cargó combustible, nos subimos al avión, mientras Carlos Concha nos hacía gesto de hasta nunca más. El piloto estaba molesto e impaciente, por cuanto la hora de salida programada era a las 17.00 horas y ya daban las 17.15 horas. Finalmente, el avión despegó a las 17.25 horas, elevándose y dejando la pista atrás.

El Vuelo
Ya en el aire, contacto radial y despedida hasta Santiago, me instalé detrás del piloto, pues no quería perderme nada de este viaje y atento a todas las conversaciones con la base en Los Cerrillos. Hora de salida 17.25, hora estimada de llegada 19.15.
Condiciones del vuelo, normal; motores 100% funcionando y noticias de posible frente de mal tiempo entrando desde el norte, precaución de altura y velocidad para adelantar entrada al continente.
Yo, que soy curioso, veía cada vez que el piloto daba posición, se prendía una luz intensa que en la medida de transmisión se iba apagando, ante lo cual empezó a emitir llamado de auxilio, a la Base de Los Cerrillos señalando desperfecto de comunicación y luego, llamado general Antofagasta-Puerto Montt, pues la lucecita se apagó, lo último fue “a quien logre escucharnos estamos en peligro”.
El mecánico en tanto le comunica al piloto falla del regulador de voltaje, razón por la cual no había energía para la radio ni para la calefacción que a esa altura veníamos con -2°, muertos de frio en la cabina. Eran las 18.00 horas. Oscurecía y pensaba que esto era una pesadilla, que iba a despertar en mi casa en la mañana.
El piloto insistía en usar la radio (sin lucecita) y pidió que intentáramos ubicar en el cielo al otro avión que también volaba a Los Cerrillos y que había despegado a pocos minutos de nosotros, para acercarnos, lo que era imposible en ese cielo estrellado. Después supimos que el otro avión escuchó el último llamado de auxilio, intentó comunicarse, pero nosotros no teníamos energía que permitiera recibir.
En el interior todo era oscuro. Solo el tablero con luces rojas en los instrumentos indicaba buena lubricación de los motores, presión aceite y otros, bencina disminuyendo y las chispas del funcionamiento de los motores, las luces de posición apagadas, un frio horrible. Pregunté al piloto ya que había escuchado sus mensajes de auxilio, cuál era la situación.
Me contestó que complicada pues no sabía dónde estábamos. Por la hora deberíamos empezar a visualizar el continente, pero… estaba entrando debajo el frente de mal tiempo, que se apreciaba en lo oscuro del exterior, como un patio pavimentado de cemento gris y nada más y nos cubrió. Es decir, volábamos en total penumbra, pensé ¡quién me mandó a estar metido en este tete!, debería estar llegando a Santiago y juntarme con mi esposa de 6 meses de embarazo.
Pregunto a López qué hacemos y me dice que por la hora, las 19.30 deberíamos haber entrado al continente pero no sabemos dónde y que nos hemos desviado de la ruta de entrada por Santo Domingo.
Se dio vuelta en su asiento enfrentándonos y comentó que lo único que le interesaba era nuestra vida y llevarnos a buen puerto y que por favor conserváramos la calma pues su preocupación era la mejor manera de controlar la situación, para que no sucediera lo ocurrido en otro vuelo entre la isla y el continente en que aparentemente en un ataque de histeria de los pasajeros, el avión cayó al mar y nunca más se supo de ellos.
Mencionó que a lo mejor podría intentar entrar por ruta hacia Rapel y luego seguir sobre la carretera Longitudinal Sur hasta Santiago, imposible, pues no sabíamos dónde estábamos, no se veía nada de nada solo ruido de los motores y tambaleos del avión por el viento del frente. Le transmitimos nuestro compromiso de autocontrol y preguntamos qué podría ocurrir. Fue categórico…. -estamos muy complicados y no se qué hacer pues la situación es incontrolable y encomendémonos a Dios.
Nos miramos entre nosotros, nos dimos un apretón de manos y nos despedimos con un sentimiento de impotencia de “hasta aquí llegamos, gracias por la amistad compartida”.
Enseguida el piloto nos señala que va a dejar que el avión pierda altura y caiga donde caiga pues no se veía nada, no sabíamos si caeríamos en tierra, zona de bosques de pinos que nos harían pedazos o el mar en temporal que nos botaría a los roquerios si es que estábamos en el mar.
Pensé en mi funeral, el aviso de defunción en el diario ¿Cómo sería…quién lo pondría, mi familia? El club de rugby Old Mackayans avisando “tenemos el sentimiento de comunicar el fallecimiento de nuestro amigo y jugador……” ¿quién hablaría y qué cosas dirían…? Amigos al encontrarse…¡supiste que murió Gustavo Cardemil en un accidente! ¿Qué le dirían a mi hijo por nacer y cuando fuera más grande ¡tu papá murió en un accidente de aviación y preguntaría ¿Cómo era?
En esos momentos, el piloto nos dice ¡hasta aquí llegamos y estamos hasta las masas!. Soltó la caña bajando la velocidad y se fue rápidamente abajo perdiendo altura, mi jefe Tulio Garcés empezó a quejarse con dolores de oído y Carlos Wobbe se hizo pipi en el asiento, yo aferrado al respaldo del asiento del piloto miraba asustado este paisaje gris como que estuviéramos sobre una calle pavimentada de cemento, el ruido de los motores y la inclinación del avión era tenebrosa………. Cuando de repente …… un agujero negro en las nubes le grito al piloto: ¡Eduardo allí!, toma la caña, endereza el avión y se mete por el agujero apareciendo sobre un poblado con sus calles vacías llenas de charcos por la lluvia, postes de alumbrado y casas. Exclama: ¡es San Antonio!.
Le comento, -es muy chico y no se aprecian buques y muelles, pasamos a baja altura nos internamos al oriente en un sector muy oscuro…son bosques de pinos. -Chutas, me digo. Hasta aquí llegamos, nos vamos a sacar la cresta entre los árboles, se hará pedazos el avión y se incendiará, nos buscarán durante algunos días y en los diarios la noticia en página interior … “encontraron avión perdido que venía de Juan Fernández, sin sobrevivientes. Los fallecidos, el piloto y mecánico, más tres funcionarios de Corhabit Valparaíso”. Foto de un bosque quemado y restos de un avión destrozado.

Aterrizaje en Pichilemu
Ingresamos al pueblo a muy baja altura, nadie en las calles, en cada pasada el avión sobrevolaba hacia el oriente, torcía al sur y volvía por la costa hacia el norte apreciando el borde costero y cada vez que pasaba sobre las casas, aceleraba tres veces.
Pregunto al piloto de qué se trata y me comenta que es una señal internacional de emergencia en aviones pequeños. Yo pensaba …. si fuese un poblador, en un día de lluvia, con temporal, estoy en mi casa, a esa hora + ó - 20.30 de un día festivo y siento el motor de un avión pasar sobre mi casa a baja altura, sin luces que muestren de qué se trata, es muy difícil que tome alguna acción.
Después de varias vueltas, el piloto reconoce Pichilemu, pues había sido piloto de Ladeco y conocía el borde costero. Vuela sobre la rompiente de las olas que le indicaban el borde de playa, reconoce más al norte Topocalma.
Comenta que va a intentar entrar hacia Navidad y Rapel. Hicimos varias pasadas a baja altura y llegando hasta Topocalma se elevaba para pasar al norte a tan baja altura que se apreciaban las olas y hacia el oriente las luces de algunos autos en un camino costero a la altura de la cabina, en una de esas pasadas al norte, nos pilló la lluvia, se nubló completamente, nos elevamos saliendo hacia el poniente sobre el mar, con una luna preciosa y abajo, lo que yo comentaba, el camino gris de nubes que simulaban una carretera de cemento.
Estábamos otra vez complicados, pero………. en una de esas pasadas, aparece el agujero negro entre las nubes y se mete de lleno apareciendo de nuevo el poblado desierto, iluminadas sus calles, sin gente ni vehículos. López nos señala que la alternativa es aterrizaje forzoso en la arena. A muy baja altura recorre la playa reconociendo el borde, pero …. otro problema, se repetía la playa en dos sectores, pues un estero nos desorientaba como un espejo de agua.
Decide López: lo más conveniente sería amarizar cerca de la playa y pide nos coloquemos los chalecos salvavidas, aligeremos la ropa que en el agua pesa, saquemos la balsa que estaba detrás de los asientos y prepararnos para el choque.
Nosotros estábamos sin zapatos ni pantalones, en puros calzoncillos, camisa y chaleco salvavidas.
Damos varias vueltas desde la playa al norte, volviendo sobre el estero hacia el sur, a muy baja altura, sin ningún movimiento en las calles y nos señala que en esa mancha oscura, al oriente de las casas, debería haber una pista, que en sus vuelos nacionales con luz, la había visualizado, pero de noche era inubicable.
Frente a esto volviendo desde el sur, nos da instrucciones del amarizaje, que no será como en las películas en que el avión flota, los pasajeros se bajan tranquilamente a la balsa y se van remando hasta la playa. No será así y nos puntea.
-Si primero toca un ala, el avión girará violentamente y se destrozará, cada uno intentará salir a la superficie como sea.
-Si es posible salir en ese instante, alguien trate de abrir la balsa, gritarse para ubicación e intentar juntarse.
-Si el avión entra de punta se irá directo al fondo, seguramente sin alas, lo que abre la posibilidad que el sector de la puerta quede abierto y por ahí intentar salir, juntarse cerca de la balsa y orientarse a la playa.
-Lo más seguro, dado el tamaño de las olas es que el avión sea alcanzado por alguna cresta de agua, destrozado y se hunda en la revoltura de las olas.
Damos la última vuelta para descartar definitivamente la arena como lugar de aterrizaje y en ese momento, a pesar de haber exigido a los compañeros que miraran con atención cualquier signo de orientación, le señalo a López que distingo una pequeña tenue luz al oriente de la playa que nos parpadea en el medio de la mancha oscura que visualizábamos desde el aire. De inmediato el piloto gira hacia allá y al pasar sobre el poblado, vemos que por las calles van vehículos de todo tipo, bomberos, carabineros, autos, camiones, motos y gente corriendo con linternas hacia la lucecita, que al pasar sobre ella distinguimos un auto iluminando un sector de la pista que no podíamos ver desde el aire.
Volvemos a tomar dirección norte sobre la playa y desde lejos apreciamos como los autos se van formando en fila. Se prenden fogatas con tambores de combustible, sacos, sábanas, manteles y todo tipo de elementos inflamables generando un porcentaje de la pista iluminada por un solo lado. El piloto nos da instrucciones para el aterrizaje; al mecánico, apenas toque suelo las ruedas corte el contacto para evitar incendio si es que se produjeran daños, los pasajeros se inclinen hacia adelante tomándose de los tobillos y permaneciendo agachados, el mecánico debe patear la puerta apenas aterricemos de tal manera podamos salir y que sea en orden desde el que esté más cerca hasta el más lejos (que era yo) que venía detrás del asiento del piloto López.
Como Uds. comprenderán, este momento para todos era único y yo no me lo iba a perder …. Permanecí sentado sin agacharme y vi claramente el momento que tocamos pista, las luces y fogatas a la derecha del avión y lo peor, que solo estaba iluminada menos de la mitad de la pista. El avión se dio tres “patitos” y se fue de un viaje derechito hacia el fin de la pista, sin desviarse nada a pesar del barro ni inclinándose hacia el costado de tierra ……y las casas se nos venían encima pues con la velocidad en tan poco trecho era para un desastre……., pero “el Flaco de allá arriba” que se había concertado con la población de Pichilemu, nos dio una mano.
De repente el avión se clavó de punta quedando apoyado en su nariz, el mecánico pateó la puerta y saltó, el piloto sentado hacia la salida nos conminó a saltar. Sale Carlos Woobe, mi jefe no podía soltar el cinturón de seguridad por los nervios, me tiré un piquero sobre el ala, vuelta de carnero sobre ella y al suelo, en eso sale el Jefe y el Piloto López gritando que nos alejemos por el riesgo de incendio.

En tierra pichilemina
Fuera del avión la visión era terrible, clavado de punta en el barro, fuerte viento y lluvia, todo oscuro salvo el costado de la pista, parados en el barro a pie pelado, en calzoncillos, con un chaleco salvavidas amarillo. En eso, aparece un furgón de carabineros con las luces prendidas, se baja una persona gritando con una identificación en la mano ¡No se preocupen, ya están en tierra! Soy de la DGAC (Dirección General de Aeronáutica Civil), se lo que es esto ….
Nos subimos al furgón llenos de barro y nos alejamos lentamente sin perder de vista el avión clavado de punta y a solo 100 metros de la calle que separa la pista de las casas. Nos bajamos frente al Hangar mientras la gente nos saludaba asombrados de las langostas que se salieron del saco y caminaban en el piso de cemento del hangar. Nos hicieron subir a unas sillas, cinco personas en calzoncillos, semi piluchos, con chalecos, parados frente a la gente. Llega un oficial de carabineros con una máquina de escribir y empieza a escribir:
“Hoy 21 de mayo del 1975, siendo las 20.45 ha aterrizado el avión matricula CEY ……….piloteado por ….. y como pasajeros los señores……….. todos ilesos quienes vienen desde la Isla de Juan Fernández……………”.
En eso entra un señor con una caja de champaña. Se presenta y es nada menos que el alcalde (Mario Urrutia Carrasco, en esa fecha), y dice que hay que celebrar el nacimiento de estas 5 personas, pues después de lo apreciado, es una verdadera vuelta a nacer. Y agrega: “Desde hoy son hijos ilustres de Pichilemu”.
Cuando señalo mi nombre, se acerca otro señor quien se identifica como ex regidor (estábamos en 1975) Sr. Echazarreta y propietario de un Motel junto a la playa, me pasa un juego de llaves señalando que por favor alojemos allí, que a pesar de estar cerrado por la época, feriado y lluvia, dispongamos de él, me señala al oído que al identificarme, reconoce conocer a mi padre, ex diputado por Valparaíso.
Ya en el interior del salón comedor, nos abrieron el bar, un picoteo y desperté al otro día en la mesa de billar, no sé cómo llegue hasta allí, pero que dormí como nunca, fue así.
Temprano al otro día, salgo mirando la playa, aprecio que es un lindo y asoleado día, el mar que bordea la playa con olas importantes, veo a Eduardo López limpiando sus zapatos del barro de la pista y me comenta…… que no teníamos ninguna posibilidad de sobrevivir frente al fuerte oleaje y añade que nunca vio la copa de agua que está como a unos 100 metros del motel y que hemos tenido mucha, mucha suerte de estar vivos.
Llega el Sr. Lino Vargas, el funcionario de la DGAC y comenta que trabaja en la Torre de Control del Aeropuerto El Tepual de Puerto Montt, y que en días recién pasados se encontraba en un curso intensivo en Santiago y que por una sobrecarga de trabajo le vino stress para lo cual lo enviaron a Pichilemu con licencia para su descanso y recuperación; agregando que “anoche me encontraba jugando brisca cuando escuchó el ruido de un avión, lo que me pareció extraño, pues en un día como ayer, de fuerte temporal de lluvia y viento a esa hora cercana a las 21.00 era imposible que un avión estuviera volando. Al sentir nuevamente el motor sobre las casas, me levanté corriendo a buscar mi auto y fui hacia los bomberos y carabineros solicitando ayuda. Y de ahí me dirigí a la pista e intenté en el trayecto que otros vehículos me siguieran para indicar como lugar de aterrizaje. Me siguieron algunos y allá les pedí estacionar al borde de la pista, mientras van llegando el resto de los vehículos”, los que nosotros pudimos distinguir desde arriba.
Al día siguiente, el jefe de Estación de FFCC nos atendió amablemente. Sacó una botella de Don Eduardo de la Viña Macaya, brindando con nosotros mientras esperábamos el tren que nos llevaría a San Fernando y luego el Automotor a Santiago.
En nuestro trabajo nos dieron un mes de licencia médica para recuperarnos y nunca más he logrado olvidar minuto a minuto lo vivido y cada vez que me entero de un accidente de avión, me recuerda lo que deben haber sentido las victimas que fallecen, con la diferencia que estoy vivo.

Epílogo
Hoy tengo una cabaña en el sector Catrianca (Medialuna) entre Cáhuil y el pueblo, frente a Punta de Lobos. Mi hijo arquitecto me convenció hace años de volver a este lugar, ya que es surfista y que sería bueno para mi vejez revivir esta experiencia, que cada vez que vamos al pueblo, al pasar por la pista, recuerde lo importante que fue la gente de Pichilemu el 21 de mayo de 1975. En tanto, el diario La Tercera, una semana después del accidente, tituló en 1ª página “Un regalo de Dios”.

Fotografía: WSG/Archivos “Pichilemunews”.

Nota de la Redacción: Este artículo es un nuevo avance en el proyecto Historia Virtual de Pichilemu a través de www.museopichilemuenlinea.cl y quedará en categoría Desastres, siendo parte de los centenares de temas que serán incorporados, paulatinamente a las 20 categorías del website.